sábado, 25 de agosto de 2018

ISABEL QUINTANILLA, la realidad de lo simple


España salìa de la Guerra Civil cuando naciò ISABEL QUINTANILLA, en Madrid, un dìa de julio de 1939. Sus inquietudes artìsticas fueron tempranas y, si bien algunos se apresuraron en catalogarla como "niña prodigio", luego de conocer su biografìa y leer reportajes que le realizaron muchos años despuès,  no parece ser ese un rótulo para describirla. Sí el afirmar que a partir de los 12 años comenzò su labor de   bùsqueda, conocimiento  y perfeccionamiento, que fueron haciendo de su obra una maravilla del realismo español de aquellos años.
Con 15 años aprueba el exàmen de ingreso a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y dice contarla entre sus experiencias de vida más preciadas. Pocos eran los asistentes por lo que todos se conocian y era fàcil hacer amigos. Y los aportes a sus aspiraciones artìsticas fueron valoradas por ella misma, cuando nos dice: " El desarrollo de la creaciòn no depende de las fòrmulas aprendidas, es tan sutil y complejo, que creo que ni el mismo artista podrá dar la clave explicativa del mecanismo que  marca esa pauta. Cuando el ritmo creativo surge con perfecta armonìa y fluidez, que no es siempre el mismo;  el artista sòlo por intuiciòn, se da cuenta de que se ha movido dentro de un equilibrio justo, y he ahì que en ese ritmo perfecto ha estado la clave de su inspiraciòn creativa. Estos impulsos que se dan comùnmente en todos los seres humanos, parten de la complejidad y del incògnito que es el propio ser en sì mismo. En el no saber por què se le puede  dar forma de realidad visible, está el misterio de la creatividad".- 
En 1959 obtiene el título de Docente en Dibujo y en 1960 viaja con su esposo a Roma, en goce de la beca que le otorgaròn a èl para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Roma.

Comencemos a conocer su obra:



En la experimentaciòn y la bùsqueda su inclinaciòn es latente hacia el arte figurativo, con cada vez mayor ènfasis en el realismo.
El viaje y la permanencia en Roma fueron extremadamente fructìferos para su arte: "En Roma percibo poco a poco el camino a seguir, comprendo que la naturaleza  y la realidad están a mi alrededor, me impresionan y quisiera reproducirlas en mi obra. Comienzo a considerar el dibujo como obras terminadas, con propia estima de colores claros y oscuros y noto què prudente fue mi aprendizaje anterior. Desde este momento desee que el motivo que reproduzco en el papel tenga, como una pintura, sus propios valores de luz y vibraciones, secuencias y proporciones. Para alcanzalo me sirvo de una técnica fàcil y clàsica; copiando siempre de la naturaleza"- 




Isabel ya ha decidido que será su campo visual, su entorno, lo que ve a su alrededor, la clave temática de toda su obra. Serà su entorno la fuente a la que recurra en busca de estímulos visuales y que le provoquen tomar el pincel.  



Los trazos pueden ser esfumados  o firmes y categòricos al momento de reflejar lo observado, el detalle de la línea o el color hacen lo demás. 
Cuando regresa a España en 1965, su obra se ve portadora de una técnica muy depurada que la van acercando a grandes pasos, a la pintura hiperrealista contemporánea.


Este cuadro - "El Vaso" - es de 1969 y en èl percibimos claramente la evoluciòn dentro de la lìnea realista, ya no se trata solo de reproducir fielmente lo observado, sino que el color, la textura, la luz son los valores plásticos que la pintora resalta del objeto como con vida propia, apartada de quien lo observa. En busca de la objetividad, parece desprenderse de sì misma para destacar lo propio y singular del objeto observado.
La fuerza expresiva se acrecienta al trasmitir claramente la cruda realidad del objeto, y èste se basta a sì mismo.


  


El mundo ìntimo, domèstico, cotidiano y cercano es en donde encuentra su fuente y su regocijo. El virtuosismo técnico se destaca en el manejo de la luz sobre los objetos. Luces y sombras nos muestran las lìneas, la profundidad, la "vida" que capta en lo que observa y que no duda en  el empeño de lograr hasta su mínimo detalle.




Su pintura es muy fàcil de comprender. No hay complejidades de otra ìndole que lo puramente observado y pintado; no busquemos cuestionamientos existenciales, polìticos o ideològicos. Isabel disfruta de su realidad circundante, no parece necesitar más, es lo que ES.





Las ventanas desde la que divisa el afuera, son el límite de su felicidad; abiertas o enrejadas, por ellas entra la luz y vivifica cada rincòn y cada objeto de su cercanìa.






De todos modos, creo que detrás de la belleza de lo simple, nos provoca buscar el alma de esta mujer que así captò y trasmitiò su entorno; pero el punto esta - justamente - en el  por què de la elecciòn.  Desde el detalle del baño, o el espejo revelador de otros planos,  hasta el hombre (su esposo) en su mesa de trabajo, son muestras de su subjetividad. Nunca el pintor - sea surrealista, figurativo o hiperrealista - puede desprenderse del impulso, de la curiosidad, de la intenciòn y elecciòn de algo sobre otra cosa.
En estas cosas simples de la vida, encontramos a Isabel Quintanilla: "No suelo colocar las cosas que voy a pintar.  De pronto estoy subiendo las escaleras, veo un rinconcito, el mismo que veo todos los dìas, con una luz especial, me emociona y entonces lo pinto. La luz es lo más importante, la luz lo cambia todo. Cuando  cambia la luz, tambièn cambia el dibujo; ya no es lo mismo, y tambièn el estado de ànimo importa".-


                                  Su estudio al atardecer
                                                

                                        La sala de costura

Su legado se exhibe en varios museos europeos, pero tardaron en reconocerle su justo valor.
Este magnìfico muro colorido, lleno de verdor y apetecible, es tambièn parte de su  legado, el de una mujer que buscò resaltar la maravilla del simple mundo que la rodeaba, destacar la Vida manifestada en todo, y el regocijo de plasmarlo y hacerlo perdurar.






                                      Isabel Quintanilla
                                           (1939 -  2017)

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