lunes, 26 de marzo de 2018

PEDRO CABALLERO, la fuente ancestral


Los seres humanos no son ùnicamente "hijos de su tiempo",  sino que llevan en su memoria genética los rastros de sus ancestros, aùn los más remotos. En algunos esa fuerza desde el fondo de los tiempos se manifiesta, en otros nò.  Pero cuando ésto sucede,  ejerce tan extraordinaria  fuerza sobre la expresiòn de un hombre, que éste  siente la imperiosa necesidad de trasmitirla a través de un acto creativo que, cuando es artìstico,  adquiere ribetes testimoniales de enorme trascendencia.
Es el caso del pintor peruano, Pedro Caballero,  heredero conciente de la cultura Paraca, una de las más antiguas de América del Sur.
Naciò Caballero en Cajabamba, Peru,  en noviembre del año 1954 y su carrera pictòrica se iniciò en la Escuela de Arte de la ciudad de Lima, perfeccionando sus  estudios en Madrid y Paris.


Para comprender la obra de Caballero, creo necesario conozcamos  algo de esa cultura que comenzò a desarrollarse 700 años A.D. en Perù y cuyos últimos vestigios se  encuentran hacia 200 años D.C.
Famosa por su arte textil, fardos funerarios, por la práctica de la medicina (trepanaciones craneanas), por sus ritos funerarios tan caracteristicos, cerámica polícroma y por su sustentaciòn econòmica en base a la pesca y agricultura.
Es el arte textil de la cultura Paraca, el más conocido. Y lo es por su calidad y, dentro de las culturas pre incaicas, de màxima excelencia, de finos y sofisticados tejidos de lana de vicuña, de algodòn y en muchos casos entretejidos con plumas de aves exóticas; con gran variedad de colores y diseños geométricos antropomórficos, zoomorfos, de animales y plantas. 
Los nobles Paracas eran enterrados con bellísimos atuendos compuestos por una tela básica de algodòn, sobre la que se bordaban figuras con hilos de lana de diferentes colores.   Para el uso cotidiano, pero de diseños más sencillos, pero no menos hermosos, se llevaban sobre la cabeza a manera de gran mantilla que caìa por la espalda.
En los  llamados "mantos de Paracas" se pueden contar hasta nueve colores con 170  matices teñidos con pigmentos de origen mineral y vegetal, sobre todo de las raices del "antanco o chamiri", para teñir de color rojo la lana y el algodòn.-

Conozcamos algunos de esos "mantos Paracas", hoy guardados celosamente en Museos:






Conozcamos ahora los cuadros de Pedro Caballero y  vayamos descubriendo - con deleite - los vestigios de sus ancestros en cada uno de ellos:






Lo que primero se me ocurriò fue pensar por què Caballero no se dedicò a crear tapices, obras textiles que reprodujeran o recordaran los mantos paracas.  Obviamente no pude obtener una respuesta, pero sì tener la libertad de suponer que el arte pictòrico en manos de Caballero, por su libre elecciòn, logra prolongar en cromatismo y temática, mucho más que un tejido que siempre serìa una aproximaciòn, un intento más o menos exitoso de recordar a los originales.   La originalidad de la creaciòn del pintor está en sus cuadros; y en ellos "teje" todas las variantes y combinaciones posibles de los tejidos que reales o imaginarios, hacen a su acto creativo personal e intransferible. 




Las figuras diseñadas como antiguos muñecos sobre planos de diversas tonalidades, enriquecen el lienzo y tambièn hacen referencia a la manufactura de la cultura Paraca. Diversos elementos, plumas, telas de diferentes texturas y diseños, son pintados con minuciosidad que traduce las fibras de innegable tonalidad y caracterìsticas precolombinas.
Hay respeto y admiraciòn en su creaciòn,  sin duda nos plantea la invitaciòn de conocer a sus antepasados, la herencia cultural preincaica y tambièn ésta, tan rica en símbolos, tradiciones centenarias y misterios sin resolver.






En estas tres últimas reproducciones nos enfrenta a la tradicion funeraria de la cultura Paraca, muy caracterìstica y que consistìa en los llamados "fardos funerarios", bultos a manera de paquetes, donde se hallaban los cadáveres envueltos en muchas capas de bellos telares.  Dentro, el cadáver era ubicado en posiciòn fetal, con los miembros encogidos y desnudo, sobre un cesto que lo envolvia, y todo acompañado por profusiòn y variedad de adornos con pequeñas placas de oro, atuendos religiosos y ofrendas.


Los envoltorios de los cuadros, cubiertos de telas multicolores, nos recuerdan a los fardos funerarios,  pero no son lúgubres.  El cromatismo alivia las posturas que se asocian con los viejos ritos ancestrales,  y logra destacarlos por su belleza y su soledad de siglos.


En otros casos, ubica elementos caracterìsticos de las viejas minas peruanas, de donde se extraìan minerales codiciados y generadores de muerte y desolaciòn.



En otros plantea el realismo pero fusionando lo real con lo abstracto. 



Colores pasteles y grises, objetos diversos que se mezclan - mantas, sogas, ropas, cintos, faroles - sobre fondos diversos que semejan telas de diversos colores. 
Y la actitud reverencial a esa herencia riquìsima que rescata desde la fuerza de sus genes y trasmuta a trazos de pincel y  originalidad artìstica.



Desde New York hasta Chile,  desde España a Perù,  el arte de Pedro Caballero ha recibido distinciones y premios que reconocen su maestrìa y la excelencia de su obra.-


                                                               Pedro Caballero




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