Asì se viò AURELIA DE SOUZA cuando pintò su autorretrato. Austera a pesar del rojo de su abrigo y el adorno de su cuello. Cabello oscuro que se confunde con el fondo del cuadro, labios sin permiso para la sonrisa y la mirada seria y profunda, como queriendo devolver la de aquellos que, como yo, intentan descubrir el alma de esta mujer que muriò muy joven, apenas con 55 años; que dejò una obra de caracteristicas singulares que es, al fin de cuentas, la que nos permite asomar - apenas - a su interior.
Desde los 3 años viviò en Porto - Portugal - adonde llegò con sus padres, emigrantes que regresaban a su terruño con un puñado de ahorros para comprar una finca sobre el Duero y criar a sus 7 hijos. Habia nacido en Valparaiso, Chile, en 1866.-
Le tocò en suerte nacer en un periodo de transiciòn de una economìa agrìcola hacia una industrial, en una sociedad particularmente misògina, autoritaria sobre la mujer y sus deseos.
De todos modos, encontrò su lugar y su modo de emanciparse a traves del arte. Recibiò una educaciòn a la usanza de la època: idiomas, piano, pintura y las tradicionales artes domésticas de la cocina y la costura.
Pero su llamado lo recibiò desde la pintura y tuvo oportunidad de aprender los primeros rudimentos en el taller de Caetano Moreira da Costa y Lima, y a instancias de él, acudiò a partir de los 27 años a la Academia de Bellas Artes de Porto. Màs tarde tuvo oportunidad de concurrir a la Academia de Julian, en Paris, enriqueciendo su estancia y sus deseos de aprender, viajando por Europa. Segùn ella mismo lo manifestò, fue en Venecia en donde su espìritu artìstico hizo eclosiòn ante la vista de tanta belleza.
En 1901 regresò a Portugal, y en la casa paterna - Quinta da China - instaló su taller de trabajo hasta el final de su vida.
Veamos:
Un dato real sobre la vida de Aurelia alimenta el significado de esta escena. Por aquellos años la tuberculosis era un flagelo que asolaba Europa, y ella estuvo en contacto con ese mal en su estadìa en Parìs, concurriendo a los talleres oscuros y mal aireados en donde el frio y la mala alimentaciòn eran propicios para la permanencia del bacilo.
La ùnica luminosidad y signo de vitalidad de la escena es la que irradia el cuadro sobre el caballete. Aurelia cuelga de las paredes de su atelier otros de sus cuadros, es la obra de su vida, a la que ha dedicado tiempo y vida, salud. Por eso, su cuerpo abatido, abandonado, muestra el cansancio y quizás, anuncia su temprana muerte. Si Naturalismo y Romanticismo pueden enlazarse, lo hacen en esta obra de enorme fuerza expresiva.
Por eso, a continuaciòn elijo:
Otras de sus obras:
No se describen los rostros, son seres anónimos contando la historia de pobreza de aquellos años, los trazos son fuertes, como exigidos por la urgencia de contar una realidad muy dura de la que fue testigo. Son, además pictòricamente, modernos desde el valor testimonial.
Hermosos tambièn son aquellos cuadros que registran su geografìa más cercana, las orillas del Duero:
Queda una sensaciòn de pesadumbre y melancolìa luego de ver su obra; no porque no sea hermosa; quizás la imaginaciòn nos hace una trampa y nos limita el recrear lo que de alegria pueda haber tenido su vida, que sin duda asì fue. Pero entre el autorretrato del inicio y estas dos ùltimas imágenes, otro autorretrato y una fotografìa de la pintora, transcurriò la vida de una mujer de débil salud, entregada por entero a su arte; una mujer que encontrò una via de liberaciòn a traves de èl y, como haya sido posible para ella, logrò dejar huella de su existencia y de su libertad.
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