viernes, 12 de octubre de 2018

Johnny Palacios Hidalgo, fusión y creaciòn...


Este fue el primer cuadro que tuve ante mi, de Johnny Palacios Hidalgo, peruano.  Me conmoviò la imagen de estos niños que se fusionan con un animal, un perro precisamente, y me dije: "Esto no es casualidad".- Al  siguiente segundo pude precisar el punto de contacto que habia hecho, de manera casi inconciente,   entre Palacios Hidalgo, estos "niños-perros" y la fantástica novela de Mario Vargas Llosa, "La ciudad y los perros".-  
Cuando se publicò esta novela, en  1963,  Palacios aùn no habia nacido, lo hará en 1970, en El Callao, ciudad puerto del Perù que mira al Pacifico con ojos mansos cargados de historia.- 
La novela  y el autor ya  habìan recorrido su camino de èxitos y reconocimientos cuando este joven pintor llegò al mundo en ese paìs tan particular, de una larga historia que se ha caracterizado por los intentos, más o menos exitosos, de fusionar las diferentes razas e influencias que le llegaron desde el Pacífico, el aluviòn de la conquista española desde el Atlántico y a sus propios hijos, los indìgenas con sus  peripecias, glorias y derrotas para contar  desde tiempos remotìsimos.
Mario Vargas LLosa nos muestra - descarnadamente - en su magnìfica novela,   el microcosmos del Perù, el que logrò concebir al haber sido testigo de la profunda transformaciòn demográfica de su pais, y desde la perspectiva de las nuevas clases y sectores sociales que se establecieron en el Perù durante su infancia  y adolescencia.  La acciòn de la novela se desarrolla en una Escuela Militar en donde conviven indìgenas recièn llegados de la sierra, hijos de la clase alta enviados a esa escuela como castigo, jòvenes rechazados por sus familias, delincuentes que escaparon a la detenciòn y adolescentes de clase humilde. En ese lugar castrense, se prepara a los estudiantes para desenvolverse en la sociedad peruana, pero rompiendo hipócritamente su propia consigna de "obediencia, trabajo y valor",  que los cadetes transgreden despiadadamente, violentando un sistema social que en realidad están reproduciendo, porque la moralidad de su sociedad, como la de la escuela, es un espejismo que disimula la corrupciòn y el cinismo imperante.
No se puede negar la influencia que ejerce el colectivo social, econòmico, polìtico  y cultura de una naciòn en el arte de cualquier artista que desee expresarse en ese ámbito. Esos aspectos crean una especie de atmòsfera que todos respiran, y cuando el artista se expresa, no puede menos de manifestar - aunque sea mìnimamente - la influencia sutil con que es cubierto, como si de una niebla se tratara y por la que debe atravesar, permanecer o partir.
El punto de contacto entre ambos, el pintor y el escritor, la establezco intelectualmente, pero se traduce visualmente en el cuadro que tanto me impresionò.
En muchos de los siguientes, vamos a advertir esa atmòsfera, esa bruma en que las figuras se difuminan, buscando  la forma y el color que el pintor le concede a unas pocas.


Podemos hablar de  hiperrealismo en las pinturas de Palacios Hidalgo, pero rayano en lo surrealista cuando crea simbolos y trasmite con ellos mensajes que lo conectan con el observador.


 Las figuras del fondo de este cuadro permanecen en la niebla envolvente desde la que el pintor rescata los seres que se concretan en un primer plano de significado fuerte y provocador. Subyace, segùn mi mirada, la idea de abuso, de sojuzgamiento de unos sobre los otros. El hombre sobre una plataforma con  precarias - y adivino - insuficientes ruedas para ser trasladado por un perro que, a su vez, carga a otro sobre el lomo. Todos tienen su parte en esta cadena de  doblegamiento y abusos,  de fuerzas contrapuestas y desiguales que parecen estar resignadas a una suerte de destino inexorable que nadie cuestiona.






Las barcas que se adivinan en la niebla no son más que el elementos del paisaje  inicial del pintor en su niñez, y  los niños que observan ese mundo son los ùnicos que tienen esa capacidad de "ver", quizás como la tuvo èl mismo desde su propia  experiencia en El Callao.  Otro aspecto se suma a su  relato pictòrico, la evocaciòn, la nostalgia, la añoranza de un tiempo ido y para siempre.



Me provoca la atmòsfera del cuadro, esa intencionalidad de bruma, de cruce de planos con que el pintor puebla sus telas. Los perros en el segundo plano, el pez que roza la pierna de la joven, todos conviven en un ambiente que puede ser lo que queramos que sea, el mar para el pez, el aire para los perros que están como en suspenso en él,  el desgano de la chica y todos - quizás -  no sean más que el sueño del perro que duerme, pendientes todos en ese mundo onìrico que no tiene sustento ni anclaje.




 Las figuras femeninas son un gran logro en la pintura de Palacio Hidalgo, hay realismo y contundencia en la descripciòn de los cuerpos, la piel, los rostros y las posturas. El deseo se traduce en su pincel, en el dibujo y en las figuras que ubica al fondo, en un segundo plano del que emerge una mano que ansia el contacto,  y que convierte a la mujer en una presa como lo puede ser el ratòn para un gato. 


 El cuerpo de esta mujer se encuentra entre dos aguas, las bravas tras las rocas y las calmas en que navegan simples barcos de papel; quizás un intento de trasmitirnos las sensaciones que pueden provocar la visiòn de un cuerpo desnudo y hermoso, quizás el intento de preservarlo, de resguardarlo cubrièndola con una mirada transparente, sin pecado, como la de un niño que juega con barquitos de papel.




Los elementos de la naturaleza, tan pròdiga  y variada en la selva peruana, están presentes junto a muchas de las mujeres que son capturadas en sus cuadros y, en muchos de ellos, las fusiona con esos elementos, las  hace una con ellos.



Me fascinò esta sirena vegetal...


...y esta cabellera de hojas o peces o pájaros..., no importa, todos coexisten y se fusionan en el brumoso mundo de Palacios Hidalgo, un mundo de lìmites imprecisos, de fronteras que se difuminan y se amplian, dando cobijo a todos por igual...





El pintor nos dice: "Estoy tratando de ahondar un poco más en mi técnica, tratando de buscar más detalles en el hiperrealismo con la finalidad de conseguir y dar mayor veracidad a las ideas que yo planteo, que son fantasias, surrealismos, ideas de un mundo alterno, diferente, paralelo e ideal. Los personajes que trabajo siguen siendo los mismos personajes de la calle a los cuales trato de adjudicar mis propias fantasias como si fueran ellos".-





Palacios Hidalgo se confiesa admirador de Salvador Dali del que afirma haber recibido la más fuerte influencia en su trazo surrealista: "Me nutrì de su estilo, de sus imágenes fantásticas...", y sin duda, le imprime su visiòn nativa, sus colores americanistas y la prodigalidad de la Naturaleza, cosa a las que el pintor español sòlo pudo acceder en sus más tórridos sueños.






La atmòsfera de la sociedad peruana, captada en su aspecto más duro por Mario Vargas LLosa en su novela "La ciudad y los perros"; en un ámbito de diferentes y de diferencias, de planos que no se cruzan y que, cuando lo hacen generan cambios y nuevas realidades;  de manera sutil ha impregnado el trazo de Palacios Hidalgo. En el mundo del pintor, en cambio,  los diferentes se fusionan, se sintetizan, amalgaman potencialidades, similitudes que no resultan forzadas y asì las capta el observador quien, a juzgar por mi propia experiencia, acepta la invitaciòn de formar parte de esos territorios en que las fronteras no existen, los niños juegan como los perros en la calle, con la misma libertad y entusiasmo;  las mujeres tienen cabelleras de hojas, pájaros y peces, y en donde todo es posible!

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