viernes, 12 de octubre de 2018

Carmelo Blandino, "El florecimiento de la conciencia"

Nadie puede negar el encanto de las flores, la sutil energia que se desprende de cualquiera de ellas. Solas o en ramillete, en la tierra o reunidas  en un florero, las flores siempre nos traen visiòn de belleza, colorido y aromas.
Han sido motivo para artistas en todas sus expresiones, y diversas culturas las han destacado atribuyèndoles valores simbòlicos propios de diferentes regiones y creencias.
En las esculturas, en frisos y en el dibujo de columnas y capiteles, como ornamento de edificios antiquìsimos en la India, por ejemplo,  prestando su gracia a creaciones arquitectònicas que se ven enriquecidas con su presencia, testigos en el tiempo de manos diestras e inspiradas.
Simbologia y mitologia han rodeado la historia de las flores desde hace miles de años, atribuyèndoles la capacidad de provocar en nosotros, reacciones y emociones singulares. 
Han sido utilizadas como mensajeras en base a todo un simbolismo que les atribuia la sociedad, por ejemplo en la época victoriana, cuando fueron utilizadas para expresar sentimientos que no podian ser trasmitidos en público.
En la literatura, por ejemplo, Shakespeare  empleò plantas y flores para trasmitir emociones; recordemos a Ofelia quien las llevaba como adorno y sìmbolo de su profundo pesar y tristeza.
En el arte asiático, el loto,  cuyos pétalos se abren al amanecer y se cierran al anochecer, motivando la simbologìa de nacimiento y muerte.
Los girasoles, mis preferidas, quienes siguen ciegamente al Sol, se han convertido en sìmbolo de la pasiòn. Y asì podriamos continuar largo rato citando ejemplos en que las flores trascienden la sencillez de su naturaleza, para convertirse en emisarias de nuevos significados.

Pero toda esta introducciòn se dirige a conocer una colecciòn que se exhibiò en junio de este año en Montreal, Canadá, por cuarta vez desde que fue creada, y que recibe el  nombre de "El florecimiento de la conciencia".



Su autor es Carmelo Blandino, hijo de italianos nacido en Alemania en 1963, creciò en Canadá, en Montreal, donde realizò sus estudios de arte en  colegios locales.  Fue en ese pais en donde comienza a desarrollar su carrera como ilustrador freelance, colaborando con arquitectos, diseñadores y agencias de publicidad. Pero llegò el momento en que necesitò un cambio, enfocando de manera diferente su carrera artìstica, volcándose  hacia la pintura.  
Fue a partir del año 2005 en que las pinturas de Carmelo Blandino  se plasmaron en una riqueza y esplendor visual que encontrò su resonancia emocional en las flores.  El arte de este autor ha logrado amalgamar lo sublime de los óleos de la pintura clásica, con la energia crepitante de los estilos modernos, en donde los colores estallan como los spray utilizados en las pinturas callejeras.





Lo interesante de estas flores así ofrecidas por Blandino, es que pierden su caracter meramente ornamental para adquirir otro que podrìamos definir como "trascendente".
Es él mismo quien nos da las claves para que podamos mirarlas desde otra perspectiva y encontrar exactamente lo que nos propone:  "El ejercicio de la meditaciòn es comparable al acto de  pintar, en que se le exige  al pintor:  dedicaciòn, constancia, fe, la verdad y la persistencia. Ambas disciplinas me ofrecen  un medio para relajarme, asi como la misma frustraciòn de nunca llegar a una meta que es, en verdad, ilusoria. Ambos son el camino, y cada uno termina con apertura de una mayor conciencia de los caminos que hay hacia adelante".




Blandino ha logrado crear otro camino hacia la  comprensiòn y elevaciòn del concepto flor, ya que en su unidad, en su singularidad adquiere otros significados, es una "flor nueva", dentro de una nociòn más universal. Asi como la meditaciòn propicia  la elevaciòn de quien la practica, la contemplaciòn de esta "flor nueva" propicia  el pasaje de un estado de inconciencia a la conciencia, es como si presenciando su transformaciòn, asistiéramos a ese fenòmeno.
Los recursos del pintor son sus colores, los trazos del pincel sobre el lienzo, las formas que va dibujando, la mezcla.



Observemos con mucho detenimiento la flor anterior, estamos asistiendo a la fecundaciòn, a ese instante primigenio en que todos los seres se asemejan, en donde la nociòn de UNO se hace real y evidente, todos - sin distinciòn - pasamos por ese instante sagrado en que comenzamos a ser...,  en donde el TODO y la UNIDAD se conjugan para dar paso a algo nuevo, diferente.
El mensaje asì explicado quizás le reste naturalidad al proceso de interpretaciòn personal de cada observador, pero es Blandino mismo quien lo ha dicho: "Mi trabajo es una especie de continuidad en la práctica de los monjes budistas. Ellos traen una sola flor a su sesiòn de meditaciòn y piden a los estudiantes que la miren en silencio durante largo rato. Finalmente, el estudiante se da cuenta de que ha estado contemplando su propia forma verdadera, un Ser Superior dentro de la forma de la flor. Llega el momento en que la flor y sus propiedades desaparecen, y el estudiante reconoce que toda la materia se origina de una fuente, una repentina toma de conciencia eleva su mente a un estado más iluminado. El meditador y la flor son uno".-




Cada flor es ùnica, es una manifestaciòn particular de  una codificaciòn genética. Lo mismo puede decirse de todo individuo, y asì como los monjes budistas ven su verdadero ser reflejado en las flores que contemplan, cada observador de los cuadros de Blandino -   al menos es a lo que el pintor aspira - puede hallar su propia esencia inimitable, en estas nuevas flores que lo son gracias a un  juego de color, texturas y formas diferentes en cada uno de sus lienzos.-
Quizás para muchos sea ésta una interpretaciòn demasiado intelectual, pero es la que el propio pintor intenta trasmitir en cada cuadro de esta colecciòn. Será en definitiva el observador quien juzgue, quien evalùe. De todos modos les invito a dedicar unos minutos a la  contemplaciòn silenciosa de estas flores, observando cada detalle, cada trazo, cada  pliegue de sus pétalos. Puedo asegurar que es una experiencia espiritual más allá de lo estético, un camino que  - como sucede al meditar - propicia la apertura de otros nuevos y desconocidos que invitan a ser transitados.










Carmelo Blandino

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